Adormilado por el ajetreo, Trump arrancó su agenda en Japón pasando revista a las tropas. La primera ministra, Takaichi, le marcó el recorrido y le indicó detenerse ante las banderas . Él siguió unos pasos de más, provocando el gesto incrédulamente divertido de la mandataria .
La líder japonesa le propuso para el Nobel de la Paz y le obsequió un palo de golf que perteneció al difunto Shinzo Abe, a quien Trump considera un gran amigo. Detalle simbólico que encaja con el perfil del visitante : política, halagos y guiños personales.
La jornada incluyó la firma de dos tratados y una audiencia con familiares de japoneses secuestrados a finales de los 70 por Corea del Norte, un asunto de alto voltaje emocional en el país. Después, traslado en helicóptero a un gigantesco portaavio

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