¡Soy un hombre bruja! Y al confesarlo no me estoy equivocando de sexo o género gramatical. No, porque no quise declarar que soy brujo; sino que estoy bruja. O sea, sin biyuyos, clavos, fierros, lana, marmaja, morlacos, varos. ¡Vamos, sin el poderoso caballero, don Dinero!

Y hago pública mi precaria situación cuando ya mero va ser “La noche de brujas”; pero de ninguna manera estoy entusiasmado con el jolgorio enajenante del Halloween ¡Dios me libre! En realidad, lo que me tiene enmuinado es que no podré viajar a Pátzcuaro para celebrar en tierras purépechas “La noche de muertos”, celebración que afortunadamente sigue viva en el corazón y en el alma de un titipuchal de paisanos en todo mi México lindo y querido, “que si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí.”

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