El resultado inesperado en las elecciones de medio término para el oficialismo alejó los dos fantasmas que atemorizaban al mercado y, por lo tanto, también a una porción no menor de votantes: uno, la devaluación descontrolada, y dos, el default de la deuda pública en dólares. Ambos eventuales acontecimientos disruptivos hubieran implicado un caos económico-financiero y la consiguiente crisis política.

Este escenario traumático quedó, por ahora, desplazado, y se abre el tiempo para evaluar si el gobierno está en condiciones de encarar una gestión económica diferente de la que provocó el estado de incertidumbre extrema previo a los comicios del domingo último. En este sentido, la clave se encuentra en la capacidad de Javier Milei de neutralizar su dogmatismo ideológico y, en especial,

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