El plan se cocinó entre sombras, a mitad de un Caribe que fingía calma. No fue una operación oficial, ni un encargo de manual: fue el intento solitario —y casi cinematográfico— de un agente norteamericano dispuesto a cambiar la historia de Venezuela con una sola conversación.
Edwin López, veterano de las Investigaciones de Seguridad Nacional, llevaba años moviéndose entre despachos diplomáticos y hangares silenciosos. En mayo de 2024, su mirada se detuvo sobre dos jets privados que habían aterrizado discretamente en Santo Domingo. No eran aviones cualquiera: transportaban a Nicolás Maduro, el hombre más buscado del hemisferio. Y esta vez, estaban en tierra, vulnerables, con sus motores apagados.
López olió la oportunidad. Pidió permiso para acercarse a los técnicos venezolanos que habían

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