La llegada del otoño transforma el Pirineo aragonés en un espectáculo natural de colores imposibles. Con el cambio de estación, las hojas de los árboles pierden su tono verde al degradarse la clorofila por la falta de luz y las temperaturas más frescas. En su lugar, emergen los pigmentos que permanecían ocultos —carotenos y xantofilas—, responsables de los tonos amarillos, naranjas y marrones que tiñen los bosques.

Este fenómeno efímero, visible solo durante unos días o semanas, convierte los parajes del norte de Aragón en un destino imprescindible para senderistas y amantes de la fotografía. Lo sabe bien 'National Geographic' , que ha puesto el foco en uno de los enclaves más mágicos y fotogénicos de la comunidad: el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido .

Un bosque de cue

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