Los dos últimos tsunamis virales tienen estética oriental. Los diablillos coleccionables de Labubu, por un lado, producidos por la empresa china de juguetes Pop Mart, han conseguido colgarse tanto de las mochilas de los escolares como de los bolsos de las madres en los cinco continentes. El valor de mercado de la compañía es de 46.000 millones de dólares, casi diez veces más que el de Mattel (Barbie, Uno, Hot Wheels). La película musical Las guerreras K-pop , por otro lado, se ha convertido en la más vista de la historia de Netflix. La clave del éxito de esta producción estadounidense es que oculta su origen y se disfraza de producto asiático, con karaoke incluido. Su creadora canadiense, Maggie Kang, rinde homenaje a sus orígenes coreanos; y la plataforma te la ofrece como largometraje

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