Las inundaciones que devastaron Valencia en 2024 y Emilia-Romaña en 2023 comparten un mecanismo invisible pero demoledor: en ambas regiones, el Mediterráneo actúa como trampa de humedad debido a la proximidad de las montañas, que obligan a la lluvia a quedarse y a descargar en forma de diluvio moderno.
El desastre que sacudió a Emilia-Romaña en mayo de 2023 fue el resultado de una serie de factores meteorológicos y geográficos que convergieron para crear una tormenta perfecta, en el sentido literal y figurado. Miles de personas fueron desplazadas y la economía local quedó profundamente dañada, perdiendo infraestructuras críticas, cultivos y ganado.
Y lo más sorprendente de este evento, indica un estudio italiano publicado en Scientific Reports, no fue la intensidad puntual de la lluvia

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