La afición a un equipo u otro (del deporte que sea) no está sometida a los secretos del confesionario, sino que es más bien objeto de información pública, signo de identidad y algo de lo que vanagloriarse. Y aunque los culés consideremos que ser seguidor del Real Madrid o el Espanyol es un pecado mortal (o al menos venial en el caso de los amigos), no hay indicios de que Dios sea tan intransigente a la hora de castigar semejante desvío.
El papa León XIV (que según la doctrina católica es infalible) tampoco oculta de qué lado se inclinan sus simpatías deportivas, y ha dejado claro que se decantan del lado de los Medias Blancas (White Sox) de béisbol, lo cual entra dentro de la más pura lógica dado que creció en Dolton, un suburbio del sur de Chicago, a veinte minutos en coche y poco má

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