Siete entradas sin carrera, tres hits permitidos, cuatro ponches. Nada más. Nada menos. Su primera victoria de la temporada no fue un golpe de suerte, sino una declaración de intenciones.

Al otro lado del diamante, Jon Singleton no necesitó más de dos imparables para cambiar el rumbo del juego. Dos remolcadas que pesaron como piedras en la balanza. Los Tomateros no gritaron, no celebraron con exceso. Solo avanzaron, paso a paso, como quien sabe que el tiempo juega a su favor.

En Ciudad Obregón, donde el silencio entre el pitcheo y el bateo se vuelve casi sagrado, Vladimir Gutiérrez escribió una página que los veteranos recordarán. Siete entradas en blanco, seis ponches, solo dos imparables y una base por bolas. La ofensiva no fue espectacular, pero sí letal: “Un solo

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