Resulta que en un fontanero, un electricista o un técnico especializado puede llegar a tener un sueldo superior al de un arquitecto o un ingeniero recién titulado. Lo que hace una década sonaría a chiste es hoy una realidad palpable, el síntoma más evidente de una profunda distorsión en nuestro mercado de trabajo que ha puesto patas arriba las expectativas de toda una generación. Esta inversión de roles salariales no es una anécdota, sino la consecuencia directa de una economía sedienta de oficios técnicos.

De hecho, la brecha entre la formación que se imparte y los perfiles que demandan las empresas es cada vez más ancha. El dato es demoledor: siete de cada diez ofertas de empleo publicadas en la actualidad no buscan un graduado universitario, sino un profesional con un título de forma

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