CHICAGO (AP) — El niño de 2 años estaba tan asustado que tartamudeó.
“Mami, mami, mami”, repitió, aferrado a ella.
Su madre, Molly Kucich, compraba víveres cuando la llamó su esposo, presa del pánico. Ella escuchó: “Redada migratoria”. Luego: “Gas lacrimógeno”.
Abandonó el carrito con sus comestibles y condujo a toda velocidad hacia su hijo pequeño y su hermano de 14 meses, quienes, en ese cálido viernes de octubre, se encontraban entre los cientos de niños de Chicago atrapados repentinamente en el caos de la represión migratoria del gobierno de Trump.
Padres, maestros y cuidadores han lidiado desde entonces sobre cómo explicar a los niños lo que ven: cuánto decirles para que sepan lo suficiente para mantenerse a salvo, pero no demasiado como para robarles su infancia. Un niño pequeño

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