Aprender matemáticas supone un desafío particular, diferente al otras materias escolares.
En primer lugar, requiere mucho más que memorizar estrategias o recordar fórmulas: implica poner en marcha procesos mentales complejos y coordinarlos. A diferencia de otras asignaturas o contenidos, en los que puede bastar con comprender o recordar información, las matemáticas exigen transformar datos, establecer relaciones abstractas y planificar diferentes pasos para llegar a una solución.
En este proceso, la memoria de trabajo desempeña un papel fundamental porque permite mantener y manipular la información necesaria mientras se resuelve una tarea matemática, y la velocidad de procesamiento ayuda a realizar con agilidad las operaciones básicas.
Matemáticas y funciones ejecutivas
También intervienen otras funciones ejecutivas: la planificación (determinar los pasos que se deben seguir, organizarlos en un orden lógico y supervisar el progreso para evaluar posibles soluciones); la inhibición (frenar respuestas impulsivas o automáticas y resistirse a elementos externos que puedan distraer durante la resolución); y la flexibilidad (cambiar de estrategia cuando el procedimiento inicial no conduce al resultado esperado).
A todo ello se suma el razonamiento no verbal, entendido como la capacidad de reconocer patrones y establecer relaciones entre elementos para guiar las estrategias de solución.
El lenguaje también resulta clave a medida que las tareas se vuelven más complejas. Para resolver un problema correctamente es necesario comprender el significado de las palabras y expresiones que aparecen en el enunciado. Por ejemplo, términos como “aumentar”, “quitar” o “repartir en partes iguales” implican operaciones matemáticas concretas, y si el alumnado no domina ese vocabulario puede tener dificultades para entender qué se le pide.
Esta interacción entre componentes lingüísticos, conocimientos matemáticos y procesos cognitivos de carácter más general explica por qué son frecuentes las dificultades en matemáticas y por qué persisten aunque los alumnos se esfuercen.
Un problema que comienza temprano
La evidencia científica indica que las dificultades no dependen únicamente de la inteligencia o la perseverancia (ni de dificultades específicas como la discalculia), sino de la interacción de múltiples factores educativos, cognitivos, matemáticos, lingüísticos y socioafectivos. Es importante detectar cuáles son y cómo se combinan, pues de lo contrario las dificultades se acumulan y se mantienen a lo largo de toda la etapa escolar.
Las dificultades en matemáticas aparecen ya en Educación Infantil y se consolidan en Educación Primaria. No se trata de un simple “despiste”: los niños con bajo rendimiento inicial suelen mantenerlo durante años.
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Tradicionalmente, un bajo rendimiento en matemáticas respecto al cociente intelectual se asociaba con la citada discalculia. Hoy se sabe que este criterio es limitado: aunque esta dificultad puede estar detrás en algunas ocasiones, en otras las causas responden a una combinación de factores diferente.
Retos a abordar en el aprendizaje matemático
Las habilidades necesarias para tener un buen rendimiento matemático va evolucionando a lo largo de la escolarización. Algunas tareas, como el cálculo, se apoyan sobre todo en la memoria de trabajo y en habilidades matemáticas tempranas como el conteo. Otras, como la resolución de problemas que hemos comentado, exigen una mayor comprensión verbal y presentan demandas cognitivas más complejas.
Por eso, no todos los estudiantes se enfrentan a las mismas dificultades ni por las mismas razones. Algunos tienen problemas para memorizar las tablas aritméticas, otros tropiezan al seguir los pasos de un procedimiento o al aplicarlo en situaciones nuevas. Estas dificultades pueden estar relacionadas con limitaciones en procesos generales, como la memoria o la atención, con dificultades en las habilidades lingüísticas necesarias para comprender enunciados o con carencias en los conocimientos matemáticos previos.
Una enseñanza flexible y personalizada
Reconocer esta diversidad implica que la enseñanza no puede ser uniforme ni basarse en estrategias idénticas para todo el alumnado. Debe ser flexible y adaptarse a las necesidades específicas de cada niño, lo que supone observar cómo aprende cada estudiante, proponer actividades variadas en función de sus fortalezas y debilidades y ofrecer apoyos ajustados cuando sea necesario.
Muchos docentes ya trabajan en esta dirección, aunque los programas y currículos escolares no siempre facilitan este enfoque. Por ello es importante incorporar esta diversidad en las programaciones didácticas y en la formación del profesorado.
Diferentes tipos de apoyos
Las dificultades en matemáticas no son estáticas ni se ajustan a un enfoque categórico simple. No existen únicamente dos grupos –los que “entienden” y los que “no entienden”–, sino que hay muchos niveles intermedios. Algunos estudiantes pueden mostrar problemas puntuales que desaparecen con pequeñas ayudas, mientras que otros necesitan apoyos más intensos y prolongados a lo largo del tiempo.
También es habitual que las dificultades no se distribuyan de forma uniforme entre las distintas áreas: por ejemplo, un alumno puede dominar el cálculo pero tener dificultades al aplicar sus conocimientos en contextos nuevos o en tareas más complejas, como la resolución de problemas.
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Por todo ello, resulta fundamental realizar un seguimiento del progreso del alumnado durante periodos prolongados, más allá de un curso escolar o de una evaluación puntual. Solo mediante una observación continua es posible comprender cómo evolucionan sus habilidades, por qué algunas dificultades persisten y qué tipo de enseñanza o intervención resulta más eficaz para superarlas.
Estrategias de actuación basadas en la evidencia
De acuerdo con nuestros estudios, más de una cuarta parte de los niños que presenta dificultades en el aprendizaje de las matemáticas en Educación Infantil continúa con ellas al finalizar la etapa de Educación Primaria.
Enfoques educativos como el modelo de Respuesta a la Intervención (RtI) o, de forma más amplia, los Sistemas Multinivel de Apoyo (MTSS) han demostrado ser enfoques eficaces para organizar el trabajo en el aula.
Estos sistemas parten de un mismo principio: ofrecer diferentes niveles de apoyo en función de las necesidades de cada estudiante, que son detectadas de forma temprana a través de instrumentos de cribado. Cada nivel ofrece diferentes tipos de instrucción, evaluación, intervención y apoyos, con niveles más intensivos a medida que se avanza en el sistema.
Combinar estrategias
Los hallazgos recientes también sugieren que los programas que combinan entrenamiento de procesos cognitivos con habilidades matemáticas concretas tienen mayor potencial que los que se centran en un solo aspecto.
Estrategias como la identificación y construcción de esquemas de problemas, la enseñanza explícita de secuencias de estrategias cognitivas y metacognitivas, y el uso de materiales manipulativos para reducir la carga de abstracción han demostrado ser eficaces para ayudar a los estudiantes con debilidades cognitivas y lingüísticas.
Integrar sistemáticamente estos enfoques en la escuela no solo mejora la adquisición de habilidades matemáticas, sino que también favorece la confianza y autonomía de los estudiantes, aspectos fundamentales para su desarrollo académico y emocional.
En definitiva, la combinación de detección temprana, intervenciones estructuradas e integradoras y personalización según el perfil del alumno es la forma más eficaz de abordar las dificultades matemáticas persistentes.
Más allá del aula: un reto social
Comprender por qué algunos niños tropiezan en matemáticas no es solo un asunto académico: estas dificultades tienen un impacto directo en las oportunidades futuras de los escolares, tanto educativas como laborales y sociales.
La evidencia indica que la detección temprana y las intervenciones adecuadas pueden marcar una diferencia significativa. El desafío actual es trasladar este conocimiento a las aulas, asegurando que ningún niño quede rezagado en el aprendizaje de un área tan esencial como las matemáticas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Valentín Iglesias Sarmiento recibe fondos de Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades en el marco del proyecto "Predictores Longitudinales del logro matemático multicomponente (LOPREMMA)". Ref: PID2023-148052NB-I00.
Leire Pérez Pérez recibe fondos de Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades en el marco del proyecto "Predictores longitudinales del logro matemático multicomponente (LOPREMMA)". Ref: PID2023-148052NB-100.


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