80 años del mesianismo político que Venezuela debe enterrar, por Rafael A. Sanabria M.

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El 18 de octubre de 1945 no fue simplemente un cambio de gobierno, fue la instauración de un método que marcaría a fuego la política venezolana: la imposición como atajo para lograr fines que, por legítimos que parecieran, no esperaron a la maduración de las instituciones. Aquel golpe cívico-militar que derrocó a Isaías Medina Angarita, vestido con el ropaje de una revolución democratizadora, grabó en el inconsciente colectivo la peligrosa noción de que un grupo, armado de una superioridad moral autoconferida, puede saltarse las reglas para definir el destino de todos.

Este acto, si bien abrió compuertas a avances sociales, lo hizo sobre los frágiles cimientos de la fuerza,

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