La línea aérea invisible del narcotráfico sobrevuela el continente sudamericano sin pausa. Desde los valles cocaleros del Vraem hasta las costas mexicanas, avionetas, lanchas y camiones trasladan la cocaína que alimenta un negocio mundial. En ese mapa, Perú ocupa un lugar central: sus laboratorios clandestinos, rutas fluviales y conexiones con mafias extranjeras lo han convertido en pieza clave de una maquinaria que abastece la demanda de drogas en Estados Unidos.

En los cielos y ríos amazónicos, el tráfico se mueve con precisión industrial. Pilotos, mecánicos, lavadores de dinero y enlaces internacionales participan de un circuito que combina discreción y violencia. “Perú es el gran granero del sur, y su coca se multiplica en los laboratorios clandestinos del norte antes de conv

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