La relación entre Estados Unidos y Rusia pasa por su peor momento desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca en enero. Después de meses intentando seducir a su homólogo ruso, Vladimir Putin, rescatándole del aislamiento occidental, invitándolo a Alaska y comprando parte de su argumentario de la guerra de Ucrania, Trump se dio un golpe de realidad la semana pasada y adoptó un lenguaje más beligerante con Rusia.

Primero, canceló la reunión que ambos tenían prevista en Budapest (Hungría) para buscar rutas hacia un alto el fuego; después, impuso las primeras sanciones de su Administración al sector petrolero ruso, concretamente a sus dos principales compañías, Rosneft y Lukoil, argumentando que financian su maquinaria de guerra; finalmente, criticó sus ensayos militares con nuevo armamen

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