Por: Gerardo Castillo Terrazas
En Chihuahua, como en gran parte del país, los docentes han dejado de ser únicamente formadores de conciencias y guías del conocimiento. Hoy, caminan por un campo minado: por un lado, enfrentan agresiones (verbales, físicas e incluso digitales) que en muchos casos derivan en denuncias infundadas, lanzadas sin pruebas, sin contexto y, peor aún, sin consecuencias para quienes las fabrican. Por el otro: cargan con una burocracia asfixiante que los obliga a cumplir funciones ajenas a su vocación, son administradores, psicólogos, mediadores sociales, gestores de plataformas digitales y hasta vigilantes de conductas ajenas.
Es paradójico que, en una entidad que se enorgullece de su compromiso con la educación, no exista hasta la fecha una normativa sólida que pro

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