Existen quienes buscan emociones fuertes en una película de terror o en la velocidad de una montaña rusa. Otros, sin embargo, encuentran esa misma adrenalina en lo desconocido: en los lugares vacíos, polvorientos y silenciosos que la humanidad ha dejado atrás. Son los llamados exploradores urbanos, apasionados del abandono, del misterio y de las historias que sobreviven en cada pared descascarada.

El fenómeno, conocido como Urbex (de Urban Exploration), se ha extendido por todo el mundo. Los practicantes de esta disciplina exploran y documentan edificios deshabitados —hospitales, estaciones, fábricas, prisiones o templos— guiados por un código no escrito que exige respeto: no romper, no robar, no alterar. Solo mirar, registrar y conservar la esencia del olvido.

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