En una época en la que la muerte formaba parte cotidiana de la vida, las familias victorianas encontraron una forma tan estremecedora como conmovedora de aferrarse a la memoria de sus seres queridos: la fotografía post mortem . En esas imágenes, los rostros sin vida aparecían serenos, los niños parecían dormidos y los adultos posaban como si aún respiraran. Lo que hoy resulta impensable, en el siglo XIX fue un gesto de amor y duelo.

A falta de retratos en vida —por el alto costo que implicaban—, muchos vieron en esta práctica la única oportunidad de conservar para siempre el rostro de quien habían perdido. La muerte era un visitante frecuente, y la cámara se convirtió en una herramienta para mitigar el vacío, transformando el luto en un recuerdo tangible.

No te pierdas: Turismo os

See Full Page