Una de las condiciones del apoyo económico de Estados Unidos a Argentina, el compromiso de "sacar del país" al gigante asiático, pone en peligro un ambicioso proyecto astronómico que lleva construyéndose una década: “Dejar caer esto es un cientificidio”
Seis preguntas y muchas más respuestas para entender el triunfo de Milei: ¿por qué ganó y qué se puede esperar ahora?
El ambicioso proyecto de construir un radiotelescopio único en Sudamérica, capaz de ver lo que los telescopios normales no pueden, ha quedado misteriosamente varado en la aduana argentina. La “obra faraónica” que nació de un acuerdo científico con China, está completada en un 50%, y debía recibir un gran impulso este año, para empezar a funcionar el siguiente. Pero en medio de las negociaciones con Donald Trump para el rescate financiero que le permitió a Javier Milei ganar las elecciones, la colaboración con el país asiático empezó a encontrar más y más trabas, a pesar de que el convenio para la construcción de CART (Radiotelescopio Chino-Argentino, por sus siglas en inglés) se firmó hace más de una década.
A principios de octubre, el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, anticipaba la intención de apoyar económicamente a Milei, y en una entrevista con Fox News dejaba claro cuál era el objetivo: “El presidente Milei tiene el compromiso de sacar a China de la Argentina”. Algo parecido diría algunos días después el propio Trump, tras la firma del crucial cheque de 40.000 millones de dólares.
Mientras eso sucedía en Washington, en Buenos Aires las partes enviadas desde China para montar la mole, que cuenta con una antena parabólica de 40 metros de diámetro, 60 metros de altura y 1.300 toneladas, no conseguían los permisos para ingresar en el país. Solo ese instrumento cuesta unos 15 millones de dólares, confirman fuentes vinculadas al proyecto. En la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ), el equipo responsable de CART desesperaba: nadie respondía a sus solicitudes y la coyuntura les hacía temer la paralización total del plan.
La guerra contra los científicos
“Dejar caer esto es un cientificidio”, resume el decano de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FCEFN), Jorge Castro, en conversación con elDiario.es. “Insistimos e insistimos en nuestras peticiones hasta que nos dijeron que la última palabra la tenía Cancillería”, relata Castro. Aparentemente, la pelota pasaba al terreno del Ministerio de Exteriores. Pero el interlocutor seguía –y sigue– sin aparecer.
La inversión en investigación se ha reducido prácticamente a la mitad desde que el ultraderechista llegó a la Casa Rosada, cuando alcanzaba el 0,30% del PIB
Mientras los medios de comunicación intentaban dilucidar sin éxito las condiciones del rescate de Trump, la Universidad lanzaba un comunicado advirtiendo del peligro para el futuro del radiotelescopio, y días después el Gobierno de Milei contestaba, vía publicación en el Boletín Oficial, que todos los centros de la categoría de CART deben ser auditados y autorizados por el Ministerio de Defensa.
“Ese estudio de Defensa ya fue hecho en el momento del acuerdo, durante la presidencia de Mauricio Macri”, rebate Castro. “Entendemos que si el Gobierno quiere aplicar esa resolución lo tendrá que hacer de acá en adelante, no en nuestro caso”, expone.
Porque CART nació con el visto bueno de las autoridades nacionales y de un acuerdo con cuatro firmantes: La UNSJ, el CONICET (el centro de investigación público), el Gobierno provincial y la NAOC (National Astronomical Observatories of the Chinese Academy of Science) de China. El convenio se firmó por diez años, y debía ser renovado en junio, cuando Milei estaba enfrascado ya en su guerra contra el CONICET: “Lo único que hace es favorecer a parásitos”, dijo el presidente en una entrevista del equivalente al CSIC español.
La inversión en investigación se ha reducido prácticamente a la mitad desde que el ultraderechista llegó a la Casa Rosada, cuando alcanzaba el 0,30% del PIB. Según la proyección del Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIICTI), este año caerá hasta el 0,15%.
Más que un telescopio
CART se construye en un paraje llamado El Barreal, a 240 kilómetros de la capital de la provincia de San Juan, en el noroeste del país, y a 2.348 metros de altura. Este lugar fue elegido por los científicos chinos por sus condiciones meteorológicas, sus cielos límpidos y una dilatada trayectoria de observación astronómica. De hecho, el observatorio sanjuanino lleva décadas trabajando en colaboración con entidades chinas y de numerosos países, incluido Estados Unidos. “Actualmente tenemos un proyecto con la Universidad de Texas, por ejemplo”, señala Castro.
CART está diseñado para operar en conjunto con antenas similares de otros sitios del mundo y obtener datos únicos: desde estudios de geodesia (como la orientación y posición de la Tierra en el espacio) a georreferenciación (aplicada a técnicas de posicionamiento espacial). Además, es capaz de recabar información de alta sensibilidad para investigaciones en astrofísica.
“El radiotelescopio puede ‘observar’ el espacio durante todo el día. Porque capta las ondas electromagnéticas de los cuerpos celestes. Puede ‘ver’ lo que un telescopio no: pequeños agujeros negros, restos de explosiones de supernovas, misteriosas estrellas binarias emisoras de rayos X y galaxias activas muy distantes en el universo”, ejemplifica el decano.
La repercusión mediática del tema ha ido escalando y la semana pasada ya se recogía en la prestigiosa revista Science. Pero la importancia del proyecto contrasta con el silencio abrumador por parte del Gobierno de Javier Milei. “Lo de que sea una cuestión de geopolítica es una presunción. Yo espero que esta demora se deba a la ineficiencia de alguien, al desinterés o el desconocimiento. Cualquiera puede venir aquí y ver lo que estamos haciendo y cuáles son los planes: será un observatorio abierto a científicos de todo el mundo”, explica Castro. “Aquí no hay países, esto es simplemente ciencia”, reivindica.
Mientras tanto, Trump escenifica un acercamiento a China con un encuentro con el presidente Xi Jinping. “No podemos ser nosotros más papistas que el Papa”, se queja Castro.

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