En apenas 300 días, Marc Murtra ha hecho lo que muchos no lograron en una década: sacudir Telefónica , espabilarla y devolverle el pulso de empresa viva. La sensación dentro de la casa es casi de vértigo: hay vida, hay tensión, hay adrenalina. La llegada de alguien con criterio, experiencia y ambición ha inyectado acción real, pragmatismo de negocio y realismo financiero donde antes había inercias. En los pasillos de la multinacional, esa electricidad se percibe sin necesidad de medirla.
Durante años, la compañía caminó entre la nostalgia y el conformismo, como si el futuro fuera una versión menguante de su pasado glorioso. Murtra ha roto ese bucle. “El esfuerzo inútil conduce a la melancolía”, escribió Ortega y Gasset, y quizá Telefónica había caído precisamente en eso: en un esf

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