Guillermo Benavides

Pekín, 4 nov (EFE).- China llega a la cumbre climática de Belém como actor imprescindible y al mismo tiempo cuestionado, decidida a consolidar su imagen de potencia verde, aunque su modelo energético siga anclado en el carbón.

El país, primer emisor mundial de gases de efecto invernadero y mayor inversor global en energías renovables, busca equilibrar la ambición climática con la estabilidad económica.

En vísperas de la COP30, el desafío para Pekín no es solo técnico, sino político: demostrar que su “liderazgo verde” puede sostenerse sin renunciar al carbón que alimenta su crecimiento.

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