Cuando hay partidos organizados, que tienen claro lo que proponen y funcionan conforme a reglas confiables, no hay “jefaturas naturales”, como se acostumbra en países que se enorgullecen del caudillismo criollo. Se presentan, en cambio, turnos en la dirección de cada formación política, que a su vez significan opciones de renovación frecuente en la jefatura del gobierno.

Bien sabido qué propone el partido, en lugar de ir en romería a visitar caudillos que, según el genio del día, resuelven dar uno u otro giro, o no hacer ninguno, existen mecanismos internos de adopción de programas y selección de quien debe llevar la vocería y ponerlos en práctica.

Lo anterior no quita que haya familias políticas, explicables e inevitables dentro de las tradiciones orientales, y no orientales, de herenci

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