La vivienda inclusiva es una puerta a una ciudad más compasiva, donde infancias, familias diversas y animales de compañía no sean vistos como obstáculos, sino como parte legítima de la vida urbana.
En la Ciudad de México, encontrar un lugar donde vivir no siempre depende del presupuesto, sino del tipo de vida que uno lleva. Hasta hace unos días, tener un perro, un gato o un hijo pequeño podía bastar para recibir un “no” de propietarios o inmobiliarias. Ese “no” —que se repetía con naturalidad en cada contrato o visita— no sólo excluía a familias, sino que definía una jerarquía: primero la propiedad, después las personas y sus vínculos.
Con la reforma aprobada al artículo 4 de la Ley de Vivienda de la CDMX que se aprobó en esta última semana, la ciudad reconoce que el derecho a habitar in

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