Las armas láser, ese anhelo recurrente de la ciencia ficción militar, siguen chocando contra una realidad tozuda. El control preciso del rayo a grandes distancias, la gestión del calor para evitar sobrecalentamientos y, sobre todo, su talón de Aquiles atmosférico. Y es que su eficacia se reduce drásticamente con la lluvia, la niebla o el simple humo del campo de batalla, un obstáculo que todavía hoy limita su operatividad en cualquier escenario imaginable.
Sin embargo, a pesar de estas limitaciones técnicas de envergadura, el Ejército de los Estados Unidos ha decidido pisar el acelerador. La razón es sencilla y urgente: la creciente amenaza de los drones de pequeño tamaño. Estos aparatos, baratos y fáciles de producir, se han convertido en un verdadero quebradero de cabeza en los conf

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