A esos muchachos, genios todos en el curioso arte de dejar de parecer lo que parecen, para terminar siendo lo que verdaderamente son, toda vez que baja el telón, vuelan hoy hacia el calor del hogar y su sazón, porque , de coleccionar simpatías de una generación cuyo horizonte no está más allá de sus cuatro dedos de frente o de sus narices.

Ya están de vuelta a sus casas comiendo felices por haber sido súper héroes, víctimas y victimarios de lo mediático y con un vago sentimiento mezclado entre el martirologio proximal a la década del ‘60 y una muy bien diseñada orquesta fraguada contra la dictadura universal, que puede ser la de Maduro como la San Quintín de los Palotes de los Últimos Días, y todo lo que simboliza ese bicho como poder imperial portátil, incluyendo los demonios sueltos en

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