Eugenia Mercedes era "tierna", "dulce", "trabajadora" y "muy cristiana". Era una mujer "muy buena" que no merecía el trágico final al que ayer le condenó su pareja: la muerte. Sus gritos desesperados abrieron la esperanza a la supervivencia, pero ya era imposible. Solo se pudo certificar su deceso. Apenas se pudo hacer nada para salvarla porque esa puerta, la del 2ºC del número 23, en la calle Privilegio de la Unión, estaba cerrada a cal y canto. Allí yacía su cadáver con varias heridas por arma blanca. Cerca se encontraba Abel, un hispanocubano nacido en 1963 cuyo último servicio en este trágico despertar del cuarto de noviembre de 2025 fue intentar suicidarse ingiriendo amoniaco.
Las agujas del reloj marcaban, más o menos, las 08.35 horas. Y el tranquilo amanecer de este edifi

Levante-EMV

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