La National Football League llegó a la mitad del calendario y con ella esa sensación tan humana de mirar hacia atrás para intentar entender en qué momento se fue el tiempo. Nueve semanas volaron entre partidos con marcadores cerrados, goles de campo con distancias que antes parecían imposibles y domingos que se sienten como rituales de una religión que no necesita templo, sólo un control remoto y una pantalla.
El football tiene algo de espejo. En él se refleja la vida moderna con su caos, su adrenalina, su necesidad de estadísticas para justificar nuestras emociones. En cada cuarta oportunidad que un coach decide jugársela, hay un recordatorio de nuestras propias decisiones diarias. Se trata de arriesgar o despejar, tomar el camino seguro o ir por todo. En 2025, los equipos parecen ha

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