A los ocho años, Luis de la Cruz cruzó el desierto junto a sus padres y hermanos, dejando atrás una casa de adobe en Nuevo Casas Grandes, un pequeño pueblo en Chihuahua, México.

No sabía entonces que aquel viaje -hecho entre la pobreza, el polvo y la promesa del sueño americano- lo llevaría décadas después a convertirse en el presidente y director ejecutivo de Arizona Friends Foster Children Foundation (AFFCF), la organización privada más grande del estado dedicada a apoyar a niños y jóvenes del sistema de crianza temporal.

“Recuerdo que vivíamos en una casita de un solo cuarto, sin agua ni electricidad”, contó. “De niño no lo vía como pobreza; era solo mi vida. Ahora, como adulto, entiendo por qué mis padres decidieron irse”.

Una infancia fragmentada

La travesía no

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