Están los rastros tangibles . Un tatuaje con su nombre en la piel de sus amigos. Una placa en la que fue su aula. Otra, en la cancha donde jugó. Decenas de fotos . Sus cosas.
Están los rastros físicos , luego digitalizados. Una imagen: una mujer embarazada junto a un caballo que le olfatea la panza; él, próximo a nacer. Una grabación casera: él, de cuatro, de cinco años, trepado a los árboles . Más imágenes. Él, de seis, de siete, de ocho. Sin dientes. Con dientes. Levantando un barrilete con su hermana. Comiendo un helado con su hermano.
Y están los rastros digitales , los de quien creció en los primeros años de Youtube y Facebook . Álbumes en línea donde aparece abrazado a sus amigos, corriendo, inventándose un hueco a la salida de un scrum o parado al costado d

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