Esta semana ha sido la peor que ha vivido la presidenta Claudia Sheinbaum en materia de la seguridad. No porque hayan sucedido eventos de envergadura mayor a los que ha venido arrastrando durante todo su sexenio, sino porque dos acontecimientos de alto impacto marcarán a su gobierno: el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, y la forma como una persona pudo acercarse tanto a la presidenta que se convirtió en acoso y tocamientos inaceptables, como mujer y por su investidura. Ambos mostraron huecos y fallas en su estrategia de seguridad.
Los incidentes pudieron haberse evitado, pero la desesperada búsqueda para encontrar la culpa en Felipe Calderón y Genaro García Luna, a 13 años de haber terminado su gobierno, refleja el reconocimiento implícito que su estrategia de seguridad, est

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