Si una cortinilla azulada, unas escaleras, una galería acristalada y un pasillo intrincado fueran las cuatro posibles entradas a algún lugar, ¿cuál escogerías? Y, si resulta que ese lugar es el cobijo temporal para la obra de Yoko Ono, ¿cambiaría esa elección? ¿Podría ser esa opción a la que te abrazas, desechando todas las demás, una forma simbólica de atisbar tu manera de presentarte al mundo? ¿Quizá, por eso, elegir una entrada u otra de las cuatro posibles se asemeja en algún sentido a la decisión que, sobre las páginas y en la pantalla, tuviera que tomar esa tal Sophie? Lo bueno de estas cuatro alternativas, puertas simbólicas de la exposición que este viernes fue inaugurada en el Musac, es que no son tan definitivas. En realidad, todas ellas sirven tanto para entrar como para salir d

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