Mientras participaba en un partido de fútbol informal bajo el puente Coronado de San Diego en Barrio Logan, la última persona que esperaba que apareciera era Christina Burkenroad.

En un descanso de verano después de su temporada europea en 2019, y meses antes de convertirse en uno de los nombres más reconocibles del fútbol femenino mexicano, la delantera no entró a la sesión como una celebridad llena de ego, sino como una local más en el austero suelo de cemento.

Sabía que había jugado minutos en la Liga de Campeones Femenina de la UEFA. Presencié de primera mano su juego de pies e inteligencia, que dejaron en ridículo a numerosos jugadores masculinos en aquel cálido día de junio, pero desconocía por completo cómo había empezado todo. Cómo, al principio, se había agotado el dinero.

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