Cada año, en el Día de los Difuntos, una ciudad surge de otra. Al sur de Lima, donde el concreto de la capital da paso a colinas secas y caminos tallados por el viento, el cementerio Virgen de Lourdes se convierte en algo eléctrico: una ciudad de los muertos que se niega a susurrar. Aquí, el dolor y la alegría comparten la misma partitura. Las familias traen comida, música, pintura y cerveza. Los vendedores llenan los senderos. Las bandas suben por el polvo para serenar las tumbas. Por un día, el silencio pierde.
Una ciudad de tumbas que se niega al silencio
El silencio no dura mucho en Villa María del Triunfo , donde el cementerio Virgen de Lourdes se extiende por más de sesenta hectáreas de colinas y quebradas. Construido en 1961 para los migrantes que huyeron de los Andes en bus

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