Opinión por: Luis Andrés Rivera Levario

La humanidad enfrenta una encrucijada civilizatoria. La crisis climática, el agotamiento de los ecosistemas y la creciente desigualdad global son síntomas de un modelo de desarrollo basado en la extracción ilimitada de los bienes naturales. Este modelo —conocido como extractivismo— no sólo ha transformado la geografía física del planeta, sino también sus estructuras sociales, culturales y espirituales.

Durante décadas, América Latina ha sostenido su economía en la exportación de materias primas: minerales, hidrocarburos, agua, energía. Bajo la promesa del progreso y la modernización, el extractivismo se ha legitimado como vía inevitable del desarrollo. Sin embargo, los costos sociales y ambientales han sido profundos: contaminación de ríos y acuífe

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