Ni los diamantes, ni los vestidos de alta costura, ni siquiera la solemnidad del Palacio Real de Madrid pudieron librar a la de un enemigo silencioso que ataca sin piedad en las noches húmedas: el temido frizz .
Durante la cena de , las cámaras captaron cada detalle del evento: los candelabros brillaban, los uniformes de gala relucían y los invitados internacionales comentaban la exquisitez del menú. Sin embargo, hubo un detalle que las expertas en belleza no pasaron por alto: ese leve halo eléctrico en la melena de Su Majestad que, lejos de restarle elegancia, la acercó un poco más al resto de los mortales.

Porque sí, incluso una Reina puede sucumbir a la humedad madrileña de noviembre . Su Majestad puede dominar discursos, miradas y hasta los protocolos más exigentes del cuerpo di

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