El planeta nunca está quieto. Bajo el peso inmenso del océano, enormes fragmentos de roca, las placas tectónicas, se mueven lentamente sobre una capa caliente y semilíquida, formando la corteza terrestre. Las placas lentamente chocan, se separan o se deslizan unas sobre otras, liberando una energía capaz de transformar el mundo.Siguiendo un ciclo que ha moldeado el planeta durante millones de años.
Cuando una de ellas se hunde bajo otra, en un movimiento convergente, la presión acumulada puede provocar un terremoto submarino. En cuestión de segundos, el fondo marino se eleva o se hunde, propagando una energía equivalente a miles de bombas atómicas. Ese impulso invisible desplaza millones de toneladas de agua y da origen a una ola sísmica: el tsunami, del japonés “ola del puerto”.
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