En el caso de Valencia, el desastre por las tormentas propició la cantidad de muertos que propició. Lo llamativo del asunto es que se sucedieron las prórrogas como en las películas de terror a la espera del suceso final y definitivo. Se cuenta como pródigo que, por lo que sucedió, habría de arbitrarse la condena. Porque se ha repetido, y no es cuestión de insistir, el presidente tal estaba muy ocupado para intervenir en consecuencia. Lo que pudo salvar vidas resultó un desastre. De donde el susodicho, por conciencia, por honor, por dignidad y por respeto, habría de haber respondido. Más de un año después continuó en el puesto, con excusas y más excusas.
Para este tipo de sujetos en esa sustancia se asientan los cargos públicos de hoy, pues los dignos representantes ciudadanos, los hombres

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