Una madre es una casa. Una madre es un refugio. En el caso del artista portugués Carlos Bunga, literalmente. En 1975 Bunga dejó atrás la terrible guerra civil angoleña en el vientre de su madre, que llevaba de la mano a su hermana de dos años y apenas una bolsa con fotografías para no perder el pasado. Se instalaron en Oporto, y más tarde vivirían en una antigua prisión reconvertida para albergar a emigrantes y familias pobres. Las ventanas de la habitación tenían rejas, pero aún hoy él recuerda toda la felicidad y las fiestas que vivió allí corriendo por el edificio. Su madre no sabía escribir ni leer, y para sacar adelante la familia, ejerció la prostitución. Vivirían en casas e instituciones para refugiados y finalmente en la casa número 17 de una barriada provisional construida para du

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