a cámara, sostenida con pulso firme, capta el instante en que el silencio de una calle fronteriza se quiebra. En la pantalla —apenas veinte segundos de video— se ve a un agente ministerial subiendo sigiloso por una escalera metálica; su compañero, desde el techo de una vivienda azul situada en una esquina, observa cada movimiento con la respiración contenida. Del otro lado, frente a la casa, una camioneta blanca permanece encendida.

Otros policías golpean con fuerza la puerta, mientras dentro la tensión parece flotar en el aire como un presagio. De pronto, cinco hombres irrumpen por la parte trasera intentando huir, pero el escape dura apenas un parpadeo, porque los ministeriales ya los encañonan, y el operativo culmina en cuestión de segundos.

Esa breve grabación resume el pulso de una

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