El colapso de ARSA se suma a una serie de crisis en el sector lácteo, donde la sobreoferta de leche cruda, la caída del consumo interno y la pérdida de competitividad externa han generado un escenario insostenible para muchas pymes. A esto se suman los aumentos en insumos, energía y logística, que erosionan la rentabilidad de las plantas.

ARSA había sido adquirida por inversores ligados a Vicentin y al fondo BAF Capital, quienes prometieron modernización y expansión. Sin embargo, las promesas de capitalización nunca se cumplieron. En los últimos dos años, la planta operó con capacidad mínima, acumulando deudas con proveedores, transportistas y empleados.

El sindicato Atilra denunció la falta de aportes patronales y reclamó sin éxito la preservación de los puestos de trabajo. Los empleado

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