El cineasta mexicano Guillermo del Toro encontró en Netflix al mecenas corporativo para sus sueños fílmicos y fantasías góticas. Los recursos de la plataforma parecen inagotables y si el ritmo sigue así tendremos muchas más de sus creaciones en el streaming rojo. Así fue con las anteriores y magníficas Pinocho y El Gabinete de Curiosidades.

Esto es bueno desde el momento en que garantiza poder ver a un real autor utilizando todos los medios del sistema, pero no tanto en la medida en que, bueno, una plataforma no es cine. O, mejor dicho, es cine en la casa.

El caso de su Frankenstein es llamativo. Se trata de una de aquellas películas que piden a gritos verse en gran pantalla. En Estados Unidos fue así y es evidente que la percepción que se puede tener de este gigantesco fresco gótico es

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