Por: Sahar Jahani

“¿Puedo ir a tu casa?”.

Pero para una mujer musulmana a finales de la década de sus veinte, que había vivido toda su vida regida por las normas sociales de su fe (sobre todo evitar al sexo opuesto hasta el matrimonio), esas cuatro palabras significaban muchas cosas, entre ellas traición, lujuria y pecado.

No estaba preparada para lo que haría una vez que llegara al condominio amueblado con madurez de Matt , que revelaba su limpieza y atención al detalle. Su sofá había sido fabricado a medida en una cooperativa de artesanos de Venecia: “La playa, no Italia” , dijo Matt que siguió hablando de su casa, supongo que para evitar la verdadera conversación que se avecinaba.

Horas antes, había estado sentada en una silla de felpa en el trabajo tomando notas en mi computa

See Full Page