Condenado a sufrir. Condenado a luchar por otras cosas. Condenado a caminar en el alambre. Es la realidad de un Caja Rural Aula que en poco, más bien en nada, se parece al de otras campañas. La veteranía aportada por Carratú en la portería y por la incombustible Amaia González de Garibay son claves en un equipo imberbe en el que su balonmano, el propuesto por su entrenador, es demasiado previsible. Si antaño el equipo de Peñas se lo jugaba todo a correr con descaro, ahora esa quinta marcha caída en el olvido es utilizada curiosamente por sus rivales, como en el caso del recién ascendido Lanzarote. Un equipo sin experiencia pero que también fue capaz de sacar los colores por momentos al todavía imberbe Caja Rural Aula, ahogado en sus pérdidas de balón y la falta de continuidad en su juego.

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