Uno tiene la suerte de beber vino lleno de complicidades y se encuentra, en las andanzas de la vida y en los vericuetos analógicos, personas con las que merece la pena celebrar desde los fastos a lo pequeño. Todo con el enfoque de la grandeza que merece una bodega donde sueñan Agustín e Isidro , alimentando décadas de ilusión, limpieza en la elaboración y un trabajo de campo que parece de laboratorio emocional.
En su versión Ribera del Duero, auspiciados por la clarividencia y la autenticidad de Mario Rotllan, nace y vive Corimbo I. El 2018 se presenta frío, con fruta tensa y un trazo limpio. La nariz habla de cereza, ciruela y sotobosque. La madera acompaña con discreción y deja paso a una boca larga, fresca y equilibrada. Hay tipicidad, hay nervio y una elegancia que pide conversación

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