Ese día no quería responder mensajes, no quería entrar a ninguna red social. Sara sentía un dolor en el pecho, una presión angustiante que la hizo pensar que, a sus 32 años, podía tener un infarto. No tenía mucho tiempo libre: su día inicia temprano, con gimnasio y té matcha con proteína.

En medio del ritmo acelerado de la empresa donde trabaja, donde las metas se acumulan y las responsabilidades parecen no tener fin, detenerse a pensar en el propósito puede parecer un acto de rebeldía. Eso le estaba pasando a Sara. Un buen día decidió que no sabía por qué estaba haciendo su trabajo rutinario y repetitivo, y decidió mirar hacia adentro para encontrar su propósito.

Buscar la conexión individual se vuelve muy difícil cuando hay tanto ruido. El propósito no es una meta concreta ni un sueñ

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