Veo y oigo muchas opiniones, de sesudas a pretenciosas, que hablan del florecimiento del cristianismo en Occidente. Y también en esta España nuestra donde es tradición progresista declarar la desaparición del catolicismo de modo recurrente. Dicen algunos titulares de prensa que series, películas, músicos –sea por The Chosen, Los domingos o Rosalía–, y hasta influencers de las redes sociales han puesto de moda a Dios. De moda… y a Dios. Cosas de la postmodernidad, supongo. Unir en la misma frase Dios y moda es una grotesca incongruencia. Un oxímoron absurdo que pretende tratar lo trascendente como si fuera intrascendente, tomar a lo infinito por minúsculo, a la plena sabiduría por la simpleza y calificar la esencia de lo eterno de fútil, frívola y cambiante.
Se equivocan de plano. Confunde

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