Una lluvia torrencial. Una sudestada que empujó el agua con fuerza. Una madrugada apocalíptica que se sumó al verdadero motivo de la tragedia: una obra hidráulica que había quedado a mitad de camino sin que a nadie pareciera importarle el destino de todo un pueblo.
La noche del 10 de noviembre de 1985 , hace exactamente cuarenta años, Villa Epecuén , una localidad de unos 1.500 habitantes en el sudoeste bonaerense que había sido el destino de vacaciones de la aristocracia de la provincia, empezó a sumergirse.
Pasarían unos veinte años para que el agua, que llegó a superar los siete metros de altura, empezara a bajar. De debajo de la inundación que hizo desaparecer el pequeño pueblo emergieron sus ruinas , carcomidas por el agua especialmente salada que las había tapado y po

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