Dentro del cráneo, donde nadie la ve, existe una fábrica de palabras. Genera significados que se transforman en tonos, matices, ritmos. Durante milenios, solo nuestros labios podían exportar esa mercancía. Ahora, gracias a electrodos del tamaño de un cabello y algoritmos entrenados por años, neurocientíficos chinos han abierto un canal que permite que el pensamiento en mandarín salga al mundo, sin pasar por la voz.
Un equipo de investigación en Shanghái ha logrado descifrar el habla en mandarín (uno de los idiomas más complejos de procesar) a partir de señales neuronales, utilizando implantes cerebrales y técnicas avanzadas de inteligencia artificial. El mandarín es la lengua materna de más de 900 millones de hablantes y pertenece a una familia de idiomas tonales que representa la mayoría

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