Por Jesús Aguilar

Hay cosas que uno no nota hasta que se detiene a mirar con calma la ciudad. Como esas estructuras metálicas que invaden las avenidas, los puentes peatonales, los camellones y las glorietas. Como si fueran parte natural del paisaje urbano, la publicidad se adueñó de San Luis Potosí. Carteles, lonas, pantallas, vallas. Todo tiene dueño. Pero no el Ayuntamiento, ni la ciudadanía, ni mucho menos el espacio público como bien colectivo. Tiene dueño de familia.

La investigación publicada este lunes por María Ruiz en Astrolabio Diario Digital vuelve a poner el dedo en la llaga: un grupo familiar ha construido y consolidado un monopolio sobre la publicidad urbana en la capital potosina. No se trata solo de quién imprime los espectaculares o de quién coloca los anuncios. Es algo

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