Treinta y cuatro años después de haber sido asesinada y enterrada en cal viva en un paraje de Barros, en Langreo (Asturias), la Guardia Civil ha logrado poner nombre y apellidos a la víctima de uno de los crímenes más escalofriantes y enigmáticos de principios de los años 90 . Se trata de una joven vecina de Avilés cuya desaparición no fue denunciada hasta cinco años después de su muerte.
La historia comenzó en octubre de 1995 , cuando una mujer acudió a dependencias policiales para denunciar la desaparición de su hija , de la que no sabía nada desde 1990. Según explicó entonces, había asumido el cuidado de su nieta sin saber qué había ocurrido con la madre. La denuncia no aportó en su momento datos suficientes para avanzar en la investigación, y el caso quedó archivado

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